Desde tiempos inmemoriales han existido quienes se oponen a la educación de los pueblos tanto en el orden técnico como cultural y religioso por considerar todo esto como un mal a sus principios y ambiciones, por que sus ambiciones no les permiten dedicarse a gozar del disfrute que da el conocimiento y la cultura.
Es así como venimos viendo en el transcurso de los tiempos colegios convertidos en almacenes o en inhóspitas construcciones que lejos de ayudar a inspirar estudios producen náuseas o enfermedades por haberse convertido en nido infeccioso más por descuidos y desinterés y otros por ambiciones desmedidas.
En muchos casos en épocas ya pasadas felizmente vimos a dictadores cerrar iglesias y colegios para convertirlos en criaderos de aves y cerdos; pero pensemos que eso ya pasó. Lo último, ha sido tomar como estrategia la construcción indiscriminada de colegios con gran despliegue de propaganda, y dejarlos vacíos o con alumnos mal alimentados y profesores mal pagados y como contraparte, crear grandes colegio de "primera" dicen por lo menos en su arquitectura y magnificencia, con costos prohibitivos para la gran mayoría de la inteligencia nacional que es arrojada a cruzar por la vía negra por la falta de oportunidades para desarrollarse y sacar a su pueblo de la miseria y la ignorancia en que vive, no por voluntad propia sino por la voluntad de quienes tiene indebidamente el poder de frustrar sus destinos que es el destino de nuestros pueblos.
Tengamos la esperanza de que quienes crean en Dios y sus designios y quienes se sienten identificados con los derechos humanos, que son los derechos a la educación, a la alimentación, etc. hagan sus mejores esfuerzos para que quienes mantienen el costo educacional tan alto, lo ajusten al alcance de las grandes mayorías y la educación que depende directamente del estado, sea debidamente atendida mejorando la condición de vida de quienes tiene esta vocación e imponiendo creatividad y buena fe.
Para que todos seamos educadores y educandos de nuestras generaciones y así propiciar el desarrollo de las inteligencias y el conocimiento en todas las edades de vida, mediante procedimientos sutiles e inteligentes, que denoten creatividad y modernidad, no sólo pensando en el salto gigante, sino en el paso firme, que permita avanzar grandes distancias en la educación y la cultura de nuestros pueblos sin derroches económicos, y menos hacer pensar a los más recalcitrantes enemigos del trabajo en democracia, en una revolución que impediría el engrandecimiento de sus riquezas y poder. Debemos pensar siempre en la coexistencia pacífica y en la heredad para posteriores generaciones.
Es así como venimos viendo en el transcurso de los tiempos colegios convertidos en almacenes o en inhóspitas construcciones que lejos de ayudar a inspirar estudios producen náuseas o enfermedades por haberse convertido en nido infeccioso más por descuidos y desinterés y otros por ambiciones desmedidas.
En muchos casos en épocas ya pasadas felizmente vimos a dictadores cerrar iglesias y colegios para convertirlos en criaderos de aves y cerdos; pero pensemos que eso ya pasó. Lo último, ha sido tomar como estrategia la construcción indiscriminada de colegios con gran despliegue de propaganda, y dejarlos vacíos o con alumnos mal alimentados y profesores mal pagados y como contraparte, crear grandes colegio de "primera" dicen por lo menos en su arquitectura y magnificencia, con costos prohibitivos para la gran mayoría de la inteligencia nacional que es arrojada a cruzar por la vía negra por la falta de oportunidades para desarrollarse y sacar a su pueblo de la miseria y la ignorancia en que vive, no por voluntad propia sino por la voluntad de quienes tiene indebidamente el poder de frustrar sus destinos que es el destino de nuestros pueblos.
Tengamos la esperanza de que quienes crean en Dios y sus designios y quienes se sienten identificados con los derechos humanos, que son los derechos a la educación, a la alimentación, etc. hagan sus mejores esfuerzos para que quienes mantienen el costo educacional tan alto, lo ajusten al alcance de las grandes mayorías y la educación que depende directamente del estado, sea debidamente atendida mejorando la condición de vida de quienes tiene esta vocación e imponiendo creatividad y buena fe.
Para que todos seamos educadores y educandos de nuestras generaciones y así propiciar el desarrollo de las inteligencias y el conocimiento en todas las edades de vida, mediante procedimientos sutiles e inteligentes, que denoten creatividad y modernidad, no sólo pensando en el salto gigante, sino en el paso firme, que permita avanzar grandes distancias en la educación y la cultura de nuestros pueblos sin derroches económicos, y menos hacer pensar a los más recalcitrantes enemigos del trabajo en democracia, en una revolución que impediría el engrandecimiento de sus riquezas y poder. Debemos pensar siempre en la coexistencia pacífica y en la heredad para posteriores generaciones.
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